sábado, 27 de octubre de 2007

El enigma de los tres cerditos

Entre todos los absurdos que acompañan el mundo de la infancia, destacan algunos cuentos que deberíamos evitar a nuestros despreocupados pequeñuelos. Uno de los más abominables es el de "Los tres cerditos", que fue el causante de mi desarreglo intelectual, el cual no ha dejado de atormentarme desde entonces. Traduzco del inglés:

"Los tres cerditos eran felices en todo menos en una cosa: cada uno soñaba con tener una casa de su propiedad"

Hablando con franqueza, no se soportaban. No a causa de su olor, pues los cerdos carecen de glándulas sudoríparas. Mejor imaginemos que uno era adventista del séptimo día, el otro exhibicionista y el tercero ultrasur, por ejemplo. Tres cerditos desdichados. Adviertan a sus hijos sobre los riesgos de una convivencia indiscriminada.

"Y un día dijeron: ¿Por qué no nos ponemos a trabajar construyendo una casa?"

¿Piensan que se unieron en esta empresa? Pues no, cada uno corrió en una dirección distinta. En Murcia hay una expresión que define esta actitud individualista: "Cada perrico se lame su pijico", pero esto no se lo cuenten a sus niños, limítense a infundirles un espíritu de colaboración, aunque luego comprueben que tal concepto es una falacia.

"Uno pidió paja, el otro madera y el tercero ladrillos"

¿Lo ven? No compraron el material de construcción, porque tenían un morro que se lo pisaban; unos gorrinos gorrones. Nuestros hijos crecerán creyendo que todo se les ha de regalar, sin esfuerzo, sin merecimiento, por ser unos niños cerditos, una generación irredenta.

"Cada uno construyó su casa en un solo día"

Otro mal ejemplo. Sus hijos deben saber que las buenas maneras están reñidas con la actividad excesiva. Crecerán haciendo bicing, puenting, rafting... no podrán sosegarse en el hogar y la revolución habrá entrado en sus lares estrepitosa e inconteniblemente.

Entonces vino un lobo docto y sensato (tal vez un honesto inspector del ayuntamiento, ¿acaso piensan que se puede construir en donde a uno le dé la gana?) y quiso dar una lección a estos pretenciosos marranos. Es de agadecer que, soplando, derribara dos de las tres casuchas; más espacios verdes para todos. Pero el tercer cerdito, que seguramente tenía su casa afectada por aluminosis, era el más puerco y abrasó al pobre lobo sin contemplaciones. ¿Desean que sus hijos sean pirómanos? ¿Que vayan por la noche incendiando a quien encuentren por la calle? ¿Es que no leen los periódicos?

El cuento concluye así: "Después de este suceso, nadie fue más feliz que los tres cerditos viviendo juntos"

Es decir, como al principio. Tanto esfuerzo para nada. Castigados por cochinos a soportarse de nuevo el resto de sus días. Una porquería de cuento sin pies de cerdo ni cabeza. Un absurdo.


2 comentarios:

Alkazaba dijo...

Si es que la mitad de los cuentos infantiles son realmente perversos...

Mister Enigma dijo...

Gracias Alkazaba por su visita. Este cuento, además de perverso, es que no tiene lógica mírese por donde se mire. En fin, espero al menos haberle entretenido.